Seguro que lo primero que pasó por nuestras mentes en ese momento fue "¿Por qué tan rápido? ¿Por qué está haciendo eso? Si sólo ayer le esta contando cuentos para dormir..."
¡Te quieres morir!
Nadie te explicó sobre esto, no sabes qué hacer. Cuando nació no venía con un manual y si alguna vez tuvo uno ya lo perdiste. Una parte de ti quiere gritar y morirse y dejar caer una bomba atómica, la otra parte de ti te pide que respires y que converses con él porque esto es normal a su edad.
A partir de los 11 años aproximadamente, es habitual que los chicos comiencen a buscar materias pornográfico. Que sea normal significa que la mayoría lo hace, pero eso no implica que sea positivo o recomendable, sin embargo, es bueno saber que ese es el rango de edad porque permite entender un contexto: La gran mayoría de niños (y niñas) seguramente están en las mismas.
Si te enfrentas a esta situación, te recomendamos que cuentes hasta 3, respires y entiendas que no es necesario actuar de forma inmediata, ya que los nervios y la incomodidad de ambos pueden jugar malas pasadas. Lo mejor en estos casos es pedir disculpas por la intromisión y hablarlo después, por ejemplo al día siguiente, cuando estén más calmados.
Antes de conversar, identifica primero qué es lo que más te complica de esta situación, para poder comunicarlo. Generalmente la primera reacción es pensar que está mal, pero te invitamos a que pienses con calma por qué para ti es algo malo ya que la masturbación es un proceso normal en la vida, que se exacerba en la adolescencia, pero no quita que sea un proceso habitual en los chicos y chicas de esa edad.
Cuando recuperes la calma, conversa con tus hijos los puntos que te interesa comunicar, recordando siempre el proceso de adolescencia en el que se encuentran y que la privacidad de TODOS es un derecho. A pesar de que sea tu hijo y viva en tu casa bajo tus reglas, tiene el derecho a la intimidad y a que golpees la puerta antes de entrar a su pieza, respetando siempre su respuesta.
Siguiendo estos tips, ambos se predisponen a una conversación más abierta, sin juzgarse los unos a los otros. Lo ideal es que el objetivo de esta conversación, como adulto, sea escuchar a tu hijo y estar abierto a sus preguntas y dudas respecto a estos temas.